SAÚL ROZUADONSQUEY

“Yo fui entrenador de Mario Omar Guilloti”

En una época de auge de este deporte en nuestra ciudad, varios exponentes brillaron en distintas actividades dentro de la misma rama.

Saúl Rozuadonsquey es un histórico trabajador del deporte en nuestro medio. En la época donde no existían los preparadores físicos, él se desempeñaba asistiendo a distintos deportistas e instituciones. Inclusive hizo el curso de guardavidas en aquel entonces cuando esa palabra era poco conocida en el ambiente local.
Pero lo más relevante fueron sus comienzos cuando era boxeador y se fue arbriendo camino en la vida.
“Yo llevaba boxeadores conmigo a pelear a Chacabuco. Allá estaba el comentario siempre que había un muchachito que peleaba bien en esa ciudad, que venía de O´Higgins, hasta que se dio que lo conocí.
Yo acá me entrenaba en el club Defensa Argentina hacia fines de la década del ´60. Él se viene a Junín con un entrenador que se llamaba Verón, que en un par de meses se alejó por razones de salud. Justo yo en esa época abandono la práctica activa del boxeo.
Entonces una noche en el club Defensa Argentina, Mario Omar Guilloti me dice si no lo quería entrenar, lo que acepté gustoso. Hicimos varias peleas, incluso la Federación de Box lo llamó en ese tiempo para las olimpíadas de México 1968 donde sacó medalla de bronce y me trajo de  recuerdo un sombrerito que todavía lo tengo en mi poder.
En ese tiempo el entrenamiento consistía en salir a correr en la mañana y después a la tarde íbamos al gimnasio donde se hacía soga, puching ball, bolsa y dos o tres veces por semana se hacía guantes. La práctica activa de hacer guantes para un boxeador equivale a la distancia.
Era un boxeador completo. Asimilaba bien el castigo y aparte pegaba justo, por eso ganó varias peleas por nocaut. No daba ventajas, eso era fundamental porque no le pegaban demasiado.
Antes el boxeador laburaba, tenía su trabajo y después le dedicaba unas horas al ring.
Él también jugó al Fútbol en el club Defensa Argentina y se había traído a los hermanos que jugaban con él y trabajaban. La mayoría eran albañiles.
Pero después Guillotti ya había probado lo que era Buenos Aires y decidió irse allá con Pradeiro, pero se llevó una mala junta porque eran una manga de vagos. Entonces  lo que ganó no le lució porque se lo gastaban todo los otros”.

El boxeo, hoy

“Si un boxeador no tiene buena pegada, tiene que tener buenas piernas para contrarrestar el ataque del contrario. Yo veo hoy que no lo enseña nadie esto. Van a matarse al ring y al poco tiempo con treinta y pico años no sirven ni para ir a trabajar. La mayoría pierden el equilibrio, tienen problemas en la retina y son pocos los que lo ayudan. Para mi el boxeo tendría que buscar volver a utilizar protectores. Fijate que andan todos con las orejas arrepolladas, las cejas partidas. Ya cuando dejan de boxear no sirven ni para trabajar.
Y ninguno termina con plata. Son contados con los dedos los boxeadores inteligentes. La mayoría queda en la vía. Fijate Monzón y Galíndez, no tuvieron suerte. Prada fue un poquito más coherente. Los que fueron a norteamérica se volvieron con una mano atrás y otra adelante. El mendocino César Brión peleó con los mejores pesos pesados de Estados Unidos y estuvo un año en coma. Había firmado un papel y lo hicieron pelear de prepo después de haber perdido por nocaut. Llegó a pelear con Archi Moore. En suma, si el boxeador no se retira a tiempo no termina bien.  
Yo tuve un pariente en Buenos Aires, Marnekián -un Armenio durísimo- de mi misma edad que llegó a pelear con Gatica y Prada. La plata se la administraba un hermano. A lo último terminó mal, lo llevaron a la casa del boxeador porque le agarraban ataques de locura de los golpes que había recibido y sin un peso en el bolsillo”.
“Mirá, acá vino Pascual Pérez una noche al Parque Recreativo. Peleó ante el mendocino Quiroga y yo  enfrenté a un rival que tenía ocho kilos más  porque me habían ofrecido unos pesos extras. Perdí por puntos pero no la pasé bien. Esto me abrió la cabeza que la cosa no era así”.

Olimpíadas

“Yo estuve a punto de ir a las Olimpíadas con Pascual Pérez porque había quedado finalista y me rompí la mano. Me había iniciado en esa oportunidad el Torito Sardi. Tuve una mala suerte tremenda.

Festivales en el Club River Plate

“Con Pastorino hicimos un par de festivales en el Club River Plate. Nos fue bien porque en esa época el boxeo era seguido por la gente, se llenaban todos los espectáculos. Pero no tuvimos continuidad. Lamentablemente no los hicimos más, pero habían pegado y la ciudad nos acompañaba”.

Árbitro

“Yo después me dediqué a ser árbitro. Lo hice hasta hace unos seis años atrás. Pero me apichonaron muchas cosas del boxeo por la sencilla razón que no quería que se pegaran más. Hay muy poca táctica. Se matan a palos arriba del ring”.
Maravilla Martínez
“Se tiene que retirar. No va más. La plata no te sirve para nada si te la maneja otro. Él tiene que dedicarse a los suyo, guardarse la mitad de la juventud y comenzar a disfrutar de la vida. No tiene que hacerse pegar más. Recién ahora va a empezar a andar un poco más, si vivía entrenándose”.

Guardavidas

“Yo después hice el curso de guardavidas. Estuve como diez años en la pileta del club Junín como cuidador en las temporadas de verano.
Además con Cebolla Posse hicimos de guardavidas y trabajamos en la Laguna de Gómez cuando se hizo la gran pileta que hoy está tapada con tierra”.

Básquet

También tuvo un paso fugaz por el básquetbol de la Asociación Juninense: “Estuve con Rubén Darío Cárdenas en las selecciones de básquetbol local. Era preparador físico en la época que todavía no se conocía lo que es hoy. Después comenzaron a dedicarse específicamente a ésto. Con Polo estuve un par de años donde viajamos a todos lados”. 

COMENTARIOS