A DOS DECADAS DE SU DESAPARIICION FISICA, ES UNO DE LOS ICONOS DE LA MUSICA POPULAR ARGENTINA

Atahualpa Yupanqui: A 20 años de la muerte de un artista sin edad ni tiempo

Su gran trayectoria y su impecable obra, entre las que se encuentran La añera, Camino del indio, Zamba del grillo y su clásica Luna Tucumana, lo ubican en un lugar de referencia para la música argentina. La gente lo quiere, lo escucha y lo recuerda.

A 20 años de su muerte, la figura de Atahualpa Yupanqui –acaso el mayor paisajista de nuestra música popular–, expresa una contradicción que denuncia un modo de asumir la propia cultura: aquella que mezcla la inmensidad de su obra con la añoranza que persiste por evocarla a la distancia.
La resonancia antigua e indígena de la guitarra; la sencillez de las coplas; la belleza austera; las progresiones armónicas; y los arpegios pesados; trazaron el perfil de un artista del que hoy se cumplen dos décadas de su muerte, en Nimes, Francia, en 1992.
Su obra, alejada de los guiños de la industria, permanece intacta en el imaginario colectivo: "La añera", "Camino del indio", "Zamba del grillo", "Luna tucumana", "Guitarra, dímelo tú", entre tantos, invitan a desentrañar la distancia que se insinúa entre lo popular y lo masivo, entre la sencillez y el verso moldeado para elmercado.
Su técnica, su poética y su valor fundacional en la evolución de la música popular lo convirtieron en la figura por excelencia del tradicionalismo folclórico; pero el vigor de su gesto artístico fue suficiente para sepultar toda categoría de frontera.
En su voz abrevan las expresiones contemporáneas más sensibles del folclore; las que se complacen en la repetición y las que se entregan a la evolución.
Atahualpa nació el 31 de enero de 1908 en un paraje del partido bonaerense de Pergamino, pero su música abrazó acentos regionales que desbordaron a la zona pampeana.
Su nombre real fue Héctor Roberto Chavero Haram, pero desde la infancia se bautizó como Atahualpa en referencia al cacique inca; el apellido Yupanqui se incorporó luego y su sonoridad remite, en quechua, al que viene de tierras lejanas para decir algo.
Hijo de padre ferroviario, Atahualpa estudió violín y guitarra desde los seis años con el profesor Bautista Almirón, que le presentó un horizonte distante del mundo rural que lo circundaba.
Los preludios de Fernando Sor y las transcripciones de Schubert, Liszt, Beethoven, Bach, Schumann lo encandilaron de inmediato.
Sin embargo, Yupanqui iba a formar un lenguaje propio con el que alcanzó a atrapar caminos, paisajes, relatos de la vida cotidiana. "Los días de mi infancia transcurrieron de asombro en asombro, de revelación en revelación", recordó alguna vez.
La temprana muerte de su padre lo cargó de obligaciones y, en 1917, se trasladó con su familia a Tucumán.
Practicó tenis y boxeo; ejerció el periodismo, pero su oficio de cantor no demoró en aflorar: a los 19 compuso "Camino del indio", una canción simple de su infancia tucumana que luego se convirtió en un himno de la indianidad.
En el tiempo del primer peronismo fue perseguido y encarcelado por su afiliación al Partido Comunista, que declinó años después.
"Estuve varios años sin poder trabajar en Argentina... Me acusaban de todo, hasta del crimen de la semana que viene. Desde esa olvidable época tengo el índice de la mano derecha quebrado. Buscaban deshacerme la mano, pero no se percataron de un detalle: me dañaron la mano derecha y yo, para tocar la guitarra, soy zurdo. Todavía hoy, a varios años de ese hecho, hay tonos como el Si menor que me cuesta hacerlos", relató años más tarde.
En 1992 viajó a Francia para actuar en Nimes, donde se indispuso y falleció el 23 de mayo. Sus cenizas fueron esparcidas en el Cerro Colorado.
Su obra, inmensa, seguirá vigente en el imaginario colectivo de la gente. 

COMENTARIOS