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ENFOQUE

Preocupa la rentabilidad de los granos

Con precios internacionales debilitados por el extraordinario volumen de la cosecha mundial (especialmente en Estados Unidos) y costos internos que aumentan, la producción  agropecuaria comienza a preocuparse ya no sólo por el clima, sino también por la rentabilidad de las explotaciones.
Es que a diferencia de lo que ocurría en diciembre-enero, cuando el entusiasmo ante la devaluación, la eliminación de buena parte de las restricciones cuantitativas (cupos, Roes, permisos, etc.) y la rebaja a cero (0) de casi todas las retenciones, excepto la de la soja que finalmente quedó en 30 puntos, era mayúsculo, ahora los avances de rentabilidad que se esperaban entonces para esta época y en cosecha, van siendo paulatinamente erosionados, lo que obliga a elevar los rindes de indiferencia en forma significativa.
Para colmo, no sólo las cotizaciones con las que se hicieron los cálculos ahora son menores, sino que tampoco se bajan los 5 puntos que se habían comprometido para este año en la soja.
Inflación, suba de combustibles (y fletes), cargas laborales, mayores tarifas, apenas tuvieron como respiro una baja relativa en los fertilizantes, arrastrados por la caída internacional del petróleo que, aunque no se vio localmente -al contrario-, sí arrastró a la baja a los derivados que se importan como fosforados y nitrogenados.
En realidad, el cultivo más beneficiado es el girasol que, a diferencia de la soja, recibió la rebaja plena de las retenciones, lo que mejoró sustancialmente su performance económica aún con los precios internacionales actuales.
El problema, sin embargo, es que la Argentina disponía de muy poca semilla para la siembra, por lo que su crecimiento está sensiblemente acotado a sólo 1,6 millones de hectáreas.
En el otro extremo se ubica el maíz, el que más expectativas despertaba aunque, igual que el girasol también presentaba problemas en la calidad y cantidad de semilla disponible para la siembra (por los problemas climáticos de la campaña 15/16), pero más aún por el alto costo comparativo de su implantación, que ahora hacen dudar sobre las intenciones iniciales de superficie a cubrir para la actual campaña.
Por supuesto que el clima también está teniendo mucho que decir ya que, a pesar de que todos los pronósticos indicaban un cuadro de "Niña", o sea, bastante seco para esta parte de la región, a las lluvias de entrada al otoño (abril), se sucedieron luego las de primavera, con temporales y granizo mucho más frecuentes que lo habitual.
Esa situación ya determinó inundaciones, pérdidas significativas de cultivos implantados (cerca de un millón de hectáreas sólo en Córdoba), y el atraso de alrededor de 40 días, o  más, en la siembra de los granos gruesos.
Las heladas tardías de noviembre también causaron daños en trigos. Tampoco está claro que el proceso haya terminado y que el clima vaya a ser favorable para lo que resta del proceso evolutivo de los cultivos en marzo-abril.
Esto afecta más al maíz, que tiene una ventana de siembra menor que la de la soja que, por otra parte, es mucha más rústica y barata en su implantación.
De ahí que la producción esté mirando particularmente "al cielo", aunque también a los incrementos en algunos impuestos que planean las provincias y, especialmente, a la evolución de los cultivos en países competidores, que tendrán mucho que ver en las  cotizaciones internacionales para la época de la cosecha local.
La mayor ironía es que uno de los pocos factores alcistas para Chicago sólo vendría de la mano de una menor cosecha en Sudamérica y la única que parece estar en juego es la de Argentina, dado que en Brasil se espera un récord y buena parte de la implantación ya está asegurada.


(*) Periodista especializada. Productora.

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