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MIRADA ECONÓMICA

El dólar en el sube y baja

Como un péndulo cuyo equilibrio consiste en balancearse indefinidamente, el precio de la divisa norteamericana en el mercado paralelo, más conocido como “blue”, arañó hace diez días los $10,40 para derrumbarse en un semana casi un 20% y volver a escalar hasta los $8,90 en que cerró el último viernes.
La disparada inicial respondió a razones reales y psicológicas. En una columna anterior, explicaba que “el dólar sube porque hay pocos dólares y muchos pesos, porque el mercado paralelo es pequeño y sin controles del Banco Central y porque los argentinos perciben que la economía está estancada y saben que históricamente, en cada una de sus incontables crisis, el que estuvo en dólares quedó a salvo. Buscan el dólar como el ansioso busca el Rivotril, como ancla de certidumbre, como seguro en un país donde el ministro de Economía sólo se quiere ir”.

Cambio de estrategia

Una semana después, el dólar perforó la barrera psicológica de los $10 y el Gobierno acusó recibo, cual si hubiera recibido un gancho al hígado de Maravilla Martínez. Cambió de estrategia drásticamente, dejó de ignorar al mercado negro y anunció con bombos y platillos el famoso “blanqueo”, con el que aspira a recuperar unos 4.000 millones de dólares de reservas en el BCRA.
Aún así, el billete marginal siguió con su escalada un par de días más, hasta que las autoridades monetarias decidieron poner toda la carne en el asador y tirar con munición pesada. En una operación (coordinada con la ANSES) salieron a vender títulos públicos dolarizados, bajando el precio legal de conseguir dólares (también conocido como “contado con liqui”) y aspirando todos los pesos que había en el mercado, para ahogar de ese modo la presión sobre el Blue. Tanto fue así, que la tasa de interés de los préstamos interbancarios (conocida como “call”) que estaba en el 14% subió hasta el 20% reflejando la escasez de pesos en la economía.
En castellano: el Banco Central buscó (y logró) que sólo quedaran los pesos circulantes estrictamente necesarios para que la gente hiciera sus transacciones diarias, de modo que no sobrara absolutamente ningún billete con el que se pudieran comprar divisas.
El dólar bajó entonces sin prisa pero sin pausa, diez días seguidos, hasta llegar a los $8,35 demostrando la efectividad de las medidas y extinguiendo la expectativa alcista que parecía no tener techo, dos semanas atrás.
Se preguntará el lector ¿No podría haber intervenido antes el Banco Central? ¿Era necesario esperar que la cotización pasara la barrera de los 10 pesos?
La respuesta es que, en economía, nada sale gratis. Para sacarle presión al paralelo hubo que subir las tasas de interés, y esto en caso de sostenerse en el mediano plazo implicará necesariamente un enfriamiento de la economía, puesto que se encarecerán las inversiones y la financiación del consumo en cuotas.

El largo plazo

Evidentemente se trata de una decisión que busca quebrar el aspecto psicológico de la escalada del Blue, y en ese sentido ha resultado exitosa, aunque no pueda sostenerse en el largo plazo.
Vino entonces el rebote. Los bancos (a sugerencia del Gobierno) decidieron limitar la posibilidad de extracción de moneda extranjera en los países limítrofes (ahora se podrán sacar de los cajeros sólo 100 dólares por mes) terminando así con el famoso “Dólar Colonia”; un mecanismo por el que se podía extraer adelantos con tarjeta en Uruguay, por ejemplo, pagando los dólares a $5,27 más la retención del 20% a cuenta de Ganancias, que efectuaba la AFIP. O sea, un jugoso negocio que permitía conseguir billetes verdes a $6,32 que luego se vendían en el mercado negro a cerca de $10, consiguiendo una notable ganancia. Se endureció el cepo y el dólar cerró a $8,90.

¿Qué sucederá entonces a futuro?

El dólar oficial a $5,27 resulta absolutamente insostenible, porque la inflación se comió la competitividad de nuestra moneda y en un contexto en el que han aumentado absolutamente todas las cosas, no hay razón para suponer que el dólar no deba acompañar al resto de los precios.
Por supuesto que eso no quiere decir que el precio de equilibrio sea de $10. Ese es un resultado que se produce por culpa del cepo cambiario, que deja entre el 10 y el 15% de las transacciones en divisas afuera del control del BCRA, formando el mercado paralelo. Probablemente en un mercado libre, el precio del dólar debería oscilar en torno de los $7,50.
Pero cuando no existe tal libertad, en el mercado paralelo el precio depende de una cuestión de expectativas.
¿Recuerda cuando el dólar se disparó en enero (llegó entonces a los $7,50) y expliqué que había una altísima correlación entre el Índice de Confianza del Consumidor (ICC) que publicaba la Universidad Di Tella?
Ese indicador estaba entonces en 46,86 puntos, pero para abril había caído a 44,06 y en mayo las expectativas volvieron a deteriorarse y la confianza de los consumidores cayó hasta 41,65. Ese es el valor más bajo registrado desde junio del 2009 en plena crisis internacional.
Así las cosas, el piso está en torno de los $7,50 (si se elimina el cepo y cesan las restricciones) y el techo dependerá de las expectativas. Mejor que preguntarle a un economista, será entonces consultar con el comerciante del barrio, el proveedor, el empresario pyme. Ellos son los que forman las expectativas. Ellos deciden.


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