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OPINIÓN

La confianza como factor de producción

Desde hace más de cinco años que el mercado de trigo está intervenido. Con el objetivo de proteger el abastecimiento interno se ha creado un sistema de cuotificación de las exportaciones, basado en la liberación de cupos de tonelajes en forma arbitraria, para luego volver a cerrarlos de manera abrupta.   
Este año, se volvieron a anunciar aperturas en el mercado de trigo por cinco millones de toneladas para la campaña 2013-2014, dejando incumplidos en forma parcial los anuncios de la campaña precedente y generando fundadas dudas sobre dicho sistema.
En la campaña 2012-2013, con valores internacionales sostenidos, la Argentina sembró el área más reducida de los últimos 100 años.
Esta situación, combinada con una primavera extremadamente lluviosa, impactó fuertemente en la producción total, que fue menor de 10 millones de toneladas.
Los productores literalmente "huyeron" del trigo y se pasaron a la cebada, al garbanzo, a la colza y a la arveja forzando la agronomía al máximo con tal de escapar al tormento que significaba intentar vender el trigo en un mercado sobre-ofertado artificialmente.
Finalmente, cuando se levantó la cosecha de trigo en enero de 2013, se anuló el 50% de las autorizaciones de exportación, provocando un caos en el comercio externo.
Por ejemplo, clientes como Brasil se quedaron sin la mercadería comprometida desde la Argentina y los compromisos tuvieron que cumplirse con trigo de otras procedencias para evitar defaultear los contratos.
Tanto la confianza de nuestros compradores externos como la de los productores no pudieron ser más golpeadas como en estos últimos años de intervenciones y cambios en las reglas de juego de manera constante.
El resultado fue que la oferta de trigo en el país bajó considerablemente. La caída hizo que los molinos, acostumbrados a abastecerse con la producción cercana a los lugares donde están asentados, hoy clamen por mercadería.
Esto generó que los precios del cereal con calidad panadera lleguen a valores muy altos.

Cuesta abajo

En los inicios de la década del 2000, en el país se sembraban más de 6 millones de hectáreas. Desde que empezaron las intervenciones, la superficie disminuyó hasta los 3,2 millones de hectáreas el año pasado.
Lo que cuesta creer es haber llegado a esta situación en la que todos pierden, porque el Estado obtiene menos recaudación, los productores deben evitar un cultivo que necesitan para las rotaciones, los exportadores casi no exportan, los transportistas tienen menos trabajo, los contratistas con las sembradoras en los galpones en invierno y las cosechadoras con menos trabajo en verano, por último, los que se unieron a sufrir este sistema, son los molinos harineros.
Cabe destacar que la molinería, a quien este sistema debía proteger, también terminó perjudicada.  
¿Cuál es la solución?: muy sencilla. Liberar los mercados, eliminar las restricciones cuantitativas, aprovechar las herramientas disponibles en los mercados institucionales y generar confianza.
Es importante aclarar que estas metodologías funcionaron durante décadas dando trabajo a muchos argentinos a lo largo y a lo ancho del país y garantizando una producción que excede por mucho las necesidades del mercado interno.
Definitivamente, hablar de tres millones de hectáreas de trigo en la Argentina, es reconocer un fracaso autoinfligido, teniendo en cuenta los precios internacionales más que favorables.  
Los cinco millones de hectáreas de siembra y los 15 millones de toneladas de producción, están a la vuelta de la esquina.    
Sólo faltaría volver a un mercado sin intervenciones y armar un cronograma creíble de eliminación de retenciones al trigo. 
Tenemos la tecnología, los suelos y el conocimiento de los productores; sólo falta la confianza en un sistema comercial sencillo que genere las condiciones necesarias para producir e invertir.

(*) Productor agropecuario. Crea.

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