Aldo, dando clases como instructor de árbitros.
Aldo, dando clases como instructor de árbitros.
RECONOCIDO ÁRBITRO DE JUNÍN Y LA ZONA

Aldo Calogero: “Lo que más amo son a mis hijos y ser árbitro”

Se ubica en la segunda generación de árbitros de la familia junto a su hermano “Tato”. Su primer partido en AFA, como asistente, fue en el marco de un Sarmiento-Flandria. Hoy, con casi cuarenta años de experiencia, sigue arbitrando amateurmente y se aboca a la formación de casi cien futuros árbitros de la región.

Emblema de la “justicia deportiva” en Junín y la provincia de Buenos Aires. Con el correr de los años, y también producto de una herencia, se posicionó como uno de los referentes en el arbitraje en el fútbol.

Al igual que se puede reconocer con grandes jugadores que tuvo nuestra ciudad, como Jorge Clara; grandes basquetbolistas, como los hermanos Biurrun (y así se pueden seguir recorriendo las distintas disciplinas), en este caso, se trata de uno de los protagonistas del deporte, pero que, hacen el trabajo silencioso dentro del campo de juego.

Nacido y crecido en nuestra ciudad, Aldo Calogero supo transitar una ardua trayectoria como asistente, primero, y árbitro, después, para, finalmente, llegar a posicionar como un instructor referente en la zona.

Infancia

Sobre su infancia, contó: “El jardín lo hice en calle Benito de Miguel, donde hoy por hoy es el Banco Credicoop. Luego, la primaria la hice en la Escuela Nº 7 y la secundaria en el Colegio Comercial. Después, a los 18 años decidí hacer el curso de árbitros en AFA”.

Acerca de ese Junín distante donde creció, Calogero recordó viejas prácticas que se realizaban y contó: “Jugábamos a la bolita, a los autitos, al fútbol en la calle. Todo eso se fue perdiendo con el tiempo. No había computadoras, celulares; solo una pelota y nos íbamos al campito”.

Es imposible no pensar su infancia relacionada con lo que se transformó luego como su trabajo: el arbitraje. Al respecto, sobre la decisión de adentrarse en tal mundo comentó que “Oscar Núñez, que era el Presidente de la entidad arbitral, me dio una planilla para llenar para que me anotara como árbitro. Yo estaba negado y me dio 20 días para pensarlo”. 

Y continuó: “Lo pensé y me convencí. Todos los findes lo acompaña a mi viejo adonde era designado. Los jueves le acomodaba los botines, el bolso y sus pertenencias y me iba con él. Eso me motivó, pero quiero remarcar que eran otros tiempos donde no había tanta agresividad”.

En tal sentido, indicó: “A los 16 decidí hacer el curso de árbitros: lo encaré y empecé a hacer mis primeras armas hace 37 años. Mi debut fue en la Primera C, en el marco de un partido entre Sarmiento y Flandria”. 

En torno a las sensaciones vivenciadas en tal rol, compartió: “Tenés que ponerte en la piel del árbitro para que veas que es algo hermoso. Así como el arquero tiene su pasión bajo los tres palos, ser árbitro es lo más hermoso que puede haber. Cuando empezás a encaminarte, a tomar rodaje partido a partido, no ves la hora que te designen para el fin de semana”. 

También complementó tal mirada emotiva y vivencial con la cuestión técnica que hace al mundo de la profesión: “Hay que estar en forma, capacitarse, dejar a tu familia los fines de semana. Ojalá tuviera 20 años porque volvería a elegir ser árbitro. Hasta el último día de mi vida voy a seguir siendo árbitro, es una pasión”.

Más allá de lo deportivo, o futbolístico en este caso, Calogero valoró y destacó un aspecto que no tiene que ver con la práctica en sí, sino, con un elemento colateral: la esencia de las personas. Por ello, comentó: “Lo único que te deja son gente conocida y amigos por todos los rincones donde he estado. Cuando te saludan en la calle es porque uno dejó un buen recuerdo”.

Tal es su fanatismo por su trabajo como árbitro que nunca tuvo un plan B, por si no se le hubiera dado con el fútbol. “No sé, nunca me puse a pensarlo. Si me hubiera gustado ayudar a la gente, dar una mano, pero me tocó ser arbitro que es lo que más amo en la vida junto a mis hijos”, reflexionó. 

Análisis de arbitraje

En la cotidianeidad de las agendas de los medios, como en el boca a boca social, siempre suele ser un tema de debate. En este contexto, Calogero se posiciona como una palabra autorizada por dos motivos: la formación y especialización, como así también experiencia capitalizada a lo largo de casi cuatro décadas.

Sobre la actualidad arbitral a nivel nacional, plantó postura y comentó: “Están mal los árbitros por distintas circunstancias. No se ve el arbitraje que se vio en el pasado, en la época de Javier Castrilli, Héctor Baldassi, Francisco Lamolina, Daniel Jiménez”.

“Antes no había apuestas, no se corría tanto y se jugaba más. Hoy es muy físico, choque y protesta. Es más lo que se pide que lo que se juega”, profundizó. 

No solo hizo referencia la cuestión arbitral general, sino también brindó detalles acerca de cómo es el día a día de un profesional de este rubro. “Nosotros lo empezamos a jugar desde que nos dan la designación, uno siempre analiza los partidos. El rol del árbitro termina cuando llega a la casa y se pone a tomar mates”, consideró.

Además, hizo algunas recomendaciones, que le pueden servir a cualquier jugador o técnica, para relacionarse con la terna arbitral. Desde su mirada, Calogero, indicó: “Si te respeto, lo mínimo que necesito es que me respetes, estemos o no de acuerdo. Acepto una protesta, una queja, pero no una falta de respeto. Eso me llevó a ser una persona reconocida después de tantos años: el respeto y no tener inconvenientes con nadie”.

Torneo del Club Social

Otra de las facetas destacadas y de notoriedad local por Aldo Calogero es que suele ser uno de los anfitriones en el Torneo de verano que se realiza cada año en el Club Social, donde ya lleva varias temporadas allí y se volvió una fija en la competencia.

Con un cúmulo de vivencias en este torneo amateur, Calogero analizó: “Es algo tradicional. Siempre digo que es el último año y me cargan diciendo: ´A estas naves las manejás vos. Tenés buen vínculo y te conocen´”, compartió.

Este torneo reúne a personas de distintas edades en una misma competencia que, según la cantidad de equipos, se divide en zonas. La competencia inicia a mediados de diciembre y finaliza el primero de enero, cuando se disputa la final y se conoce al campeón.

Sobre el torneo, Calogero consideró: “Creo que hay que cambiar varias cosas: las personas de 40 no pueden jugar con chicos de 18 años. Tienen que hacer dos torneos diferenciados por la edad. Es una forma de cuidar a las personas”. 

“Como no es un torneo oficial, hay que ser más sutil y manejar la dinámica que se da. Algunos lo toman como el último campeonato del mundo o de su vida solamente porque lo están viendo de afuera y hay que tener más cuidado”, agregó.

También realizó una comparación con lo que este torneo supo ser al decir que “antes había gente de mucho peso: José Tomino, Andrés Rosa, Vasco Arriarán, Gastón Caviglia. Antes sonaba el silbato y no volaba una mosca”. 

“Ahora es como que no les importa nada de lo que uno indica. Hay una falta de campito y de mayor respeto a la figura del árbitro. Cuando terminó el partido, terminó el partido: es fútbol, es un juego”, cerró. 

Actualidad

En la actualidad, además de su ligazón con el arbitraje, que lo continúa haciendo de una forma exhaustiva, Calogero trabaja de lunes a viernes para la empresa de transporte Spacapan, donde se encarga de realizar toda la parte de logística del casco urbano de Junín, en lo que hace a la parte de encomiendas.

Sin embargo, su pasión está dentro del rectángulo verde. Por ello, complementa su trabajo técnico matutino, con tardes a puro fútbol. “Por las tardes, tengo alumnos en casa que estoy formando como árbitros porque soy instructor de árbitros. Hoy estoy formando y trabajando con ocho personas”, contó. 

No solo en nuestra ciudad es que se desarrolla, sino también en la región. “Cada 15 días viajo a Carlos Tejedor donde tengo una escuela municipal y en la cual estoy formando a 20 árbitros que se reciben en diciembre. Y, también cada 15 días, voy a 25 de mayo que está la agrupación de árbitros y la escuela municipal, donde formo a más de 40 personas”, informó.

Todo lo citado y descrito es en relación a Calogero con lo que hace a la pedagogía deportiva. También la complementa con el ejercicio del arbitraje, ya que, se sigue calzando los pantalones cortos para impartir justicia en torneos amateur.

“Los viernes por la noche, de 19 a 00, estoy dirigiendo en el club Newbery, que es de Marquitos Rizzi, en un torneo de empresas”, comentó y agregó: “Y los domingos me voy a hacer el apoyo logístico de mi señora al carrito pochoclero que tiene ella en la plaza de los niños”.

Franco, la herencia arbitral

Los Calogero es una familia que tiene tres generaciones de árbitros. Todo comenzó con Aníbal, padre de Aldo y “Tato”, continúo con estos últimos, y hoy encuentra su continuidad en Franco (hijo de Aldo). Su otro hijo, Tomás, se encuentra viviendo en Buenos Aires y estudia nutrición.

Acerca de la figura de Franco, Aldo expresó: “Me lleva muchas cabezas en el sentido que es muy metódico: se entrena y capacita a diario, se cuida mucho. Nuestra carrera es como la del futbolista: hay que tener mucha conducta y disciplina para llegar”. 

Y también resaltó: “Franco es Aldo en pinta. En todo sentido: como armarse el bolso, llegar a la cancha, hablar con el jugador”, y agregó: “Siempre tiene que seguir fortaleciendo la autocrítica. Es muy completo: tiene personalidad, buena destreza, buena conducción, genera respeto”.

Sin embargo, más allá de ser su padre, también tomó distancia y reconoció lo que, según él, Franco tiene que seguir fortaleciendo. “A veces me cuesta que le entre el mensaje o los conceptos que uno le puede llegar a decir. Yo le transmito cosas para su bien”, comentó.

Finalmente, Aldo se remontó al arbitraje de antaño, al que conoció a través de Aníbal y describió la diferencia entre generaciones: “En ese entonces se usaba una camisa negra y los cuellos eran desmontables. Siempre rescaté de él su presencia: pelo corto, afeitado, bien higiénico y respetuoso”.

Resta saber si Vittorio, nieto de Aldo e hijo de Franco, con el paso de los años extenderá la herencia por otra generación más entre los Calogero.

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