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EL USO DE AGROQUÍMICOS EN LA REGIÓN A UNA DE LAS PRINCIPALES CORTES DE JUSTICIA DEL MUNDO

Es de Baigorrita y declaró en Holanda por una causa internacional contra Monsanto

Se trata de María Liz Robledo, madre de una beba que nació con una malformación congénita causada por las fumigaciones que se hacían a metros de su jardín. Después de comparecer ante el Tribunal de La Haya, habló con Democracia desde el país europeo.

De la voz de María Liz Robledo emerge alivio, un tono distendido que había extraviado hacía tres años, cuando comprobó que su beba, Marina, había nacido con una malformación congénita por los bidones de pesticidas que se acumulaban en el baldío lindero a su casa y las fumigaciones que se hacían a pocos metros de su jardín, en Baigorrita, de donde es oriunda.
Desde Holanda, donde ayer a primera hora de la mañana declaró ante el Tribunal Internacional de La Haya por una mega causa contra Monsanto, la joven habló con Democracia de la emoción por haber contribuido con su testimonio a dar pelea contra el gigante mundial en agrotóxicos y, al mismo tiempo, de las expectativas sobre el futuro del proceso judicial.  
“Me tocó abrir la primera audiencia, ya que fui la primera en declarar junto a otra madre francesa. Estuvimos quince minutos frente a cinco jueces de distintos países, uno de ellos una mujer argentina, exponiendo cada una las vivencias que nos tocó atravesar con nuestros hijos. Para ella (la francesa), las consecuencias fueron más fuertes porque al hijo tuvieron que hacerle 51 operaciones”, relató Robledo en charla telefónica con este diario, ayer alrededor de las 17 de Argentina (las 22 en el país europeo).
María Liz es una de las víctimas que, en conjunto con ambientalistas, médicos y técnicos de todo el mundo, están brindando durante este fin de semana su testimonio en el “Tribunal Internacional Monsanto”, una iniciativa inédita en la que participan más de mil organizaciones en la localidad de La Haya, en los Países Bajos, para reunir la prueba sanitaria y jurídica que sirva para incorporar la figura de 'ecocidio' a los delitos juzgados por Corte Penal Internacional de La Haya.
De esa manera, se busca poder juzgar a la mayor productora de agroquímicos del mundo por su responsabilidad en éste y otros delitos de lesa humanidad.
Todos los denunciantes han sido convocados a viajar a La Haya gracias al más de medio millón de euros que la fundación consiguió a través de una plataforma digital de financiamiento colectivo, donde las donaciones fueron hechas por ciudadanos de todo el mundo.
El dictamen de los jueces del Tribunal Internacional Monsanto girará en torno a si empresa vulneró cuatro derechos (entorno seguro, limpio, saludable y sostenible; alimentación; salud; libertad de investigación científica) conforme a distintos artículos del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y a la Convención de Derechos del Niño.

El comienzo de un infierno
Cuando nació su hija Martina, María Liz solo pudo tenerla en brazos durante diez minutos. Apenas trató de darle la teta por primera vez, la beba comenzó a despedir una secreción continua de su nariz que no la dejaba respirar. María Liz la corrió de su pecho pero el proceso no se detenía. Su hija se estaba asfixiando. Los médicos que llegaron a la habitación y se la llevaron no le dieron explicaciones. Cuando uno de ellos volvió, le explicó que su hija había nacido con una malformación congénita, un pequeño canal que conectaba el aparato digestivo con el respiratorio, y que se moriría si no la operaban de inmediato. Después de un embarazo que había transitado sin sobresaltos, María Liz tuvo que firmar un consentimiento para que su hija, a la que apenas conocía, tuviera una pequeña posibilidad de seguir con vida.
Luego de cuatro horas de espera fuera de la sala de operaciones, para María Liz y su familia sobrevinieron años padeciendo junto a Martina las deficiencias respiratorias de la atresia esofágica que le diagnosticaron los médicos, y descubriendo que esa enfermedad, casi inexistente en el mundo, se debía a los bidones de pesticidas que se acumulaban en el baldío lindero a su casa y a las fumigaciones que se hacían a pocos metros de su jardín. Tres años después del nacimiento de Martina, será su historia la que María Liz le contará al Tribunal de La Haya –como caso testigo de Argentina–, en la primera denuncia internacional “por crímenes contra la humanidad y el medio ambiente” realizada por una organización civil contra Monsanto, con el objetivo de establecer un precedente mundial que permita juzgar penalmente a las personas responsables de los crímenes que se le adjudican a esta corporación.
 “Acá pasaba la fumigadora por el medio de las calles dejando desechos; el mosquito (nombre que se le da a los aviones que fumigan) volaba por encima nuestro después de tirar el pesticida; y los baldes chorreaban donde jugaban los chicos, los guardaban en los baldíos y en los galpones acá entre las casas”, recordó María Liz.
Y agregó: “Cuando supe que lo que le pasó a mi hija había sido por eso, empecé a moverme por todo el pueblo para frenar lo que estaba pasando. Me encontré con que no había ninguna legislación que lo prohibiera y mucha gente se fue movilizando conmigo para dar a conocer esta situación. Hicimos un video que circuló por el mundo y este año vino Marie-Monique Robin –una investigadora francesa que se encuentra entre los denunciantes- a filmar a mi hija para su próximo documental. Y ahora viajo a Holanda para contar lo que le pasó a Martina. Hoy cada pueblo está aislado, no hay herramientas legales para juzgar penalmente a los que causan este desastre, y eso es lo que tenemos que conseguir con esta denuncia en La Haya”.

De la impotencia al movimiento
Cuando Martina tenía un año y siete meses, su pediatra le preguntó a María Liz si sabía que otro chico de Baigorrita había nacido con la misma malformación. Se pusieron en contacto y luego de varios estudios genéticos, notaron que ninguna de las dos madres tenía posibilidades de haber generado la atresia esofágica en sus hijos. La única causa posible era la de un envenenamiento producido por el medio ambiente.
“Nos dijeron que era inconcebible que haya dos casos en un pueblito como el nuestro. Es una enfermedad que se da un caso cada cuatro millones en por lo menos cincuenta años –explicó María Liz Robledo–. El problema es que la información está totalmente bloqueada. Tuvimos la suerte de que un médico de la Renac (Red Nacional de Anomalías Congénitas) conociera nuestros casos y nos hablara de los pesticidas. Y empezamos a entender los casos de cáncer en chicos jóvenes que hay acá, de próstata, de intestinos. Pero se hace muy difícil, los productores no quieren escuchar y no tenemos cómo defendernos si nadie hace cumplir las pocas leyes que tenemos para controlar estos productos que nos están arruinando la vida”.
A partir del contacto con la Renac, María Liz comenzó a trabajar con el Foro Ambientalista de General Viamonte –el partido dentro del que se encuentra Baigorrita–, y logró que el Concejo Deliberante aprobara en diciembre pasado una ordenanza que prohíbe el uso de pesticidas a menos de trescientos metros de la zona urbana. “Hace ya casi un año y todavía no se implementó. Nosotros necesitamos que sean por lo menos dos mil metros, tuvimos que pedir quinientos para que nos escucharan, pero ni siquiera respetan los trescientos que se aprobaron”, dijo María Liz, que al comenzar a dar a conocer su historia se contactó con Juan Ignacio Pereyra, un abogado ambientalista de la localidad de Rojas que fue parte junto a ella de la comitiva argentina en La Haya, donde también estuvieron el médico y profesor de la Universidad Nacional de Rosario Damián Verzeñassi, que mostró sus estudios hechos en la zona en relación a la exposición al glifosato, y el productor agropecuario Diego Fernández, quien expuso cómo mantuvo sus costos sin utilizar semillas transgénicas en el centro de la provincia de Buenos Aires, una de las zonas más afectadas por el uso de pesticidas.

“Estoy conmocionada”
Sobre el final de la charla con Democracia, María Liz Robledo expresó: “Estoy conmocionada, un poco porque esperé mucho tiempo a que en nuestro país me dieran una respuesta cada vez que me quejé por el uso de agroquímicos, pero allá no somos escuchados; y otro tanto porque vi a mucha gente común, como yo, a médicos, científicos, abogados  y demás profesionales de todo el mundo angustiados y reclamando de una vez por todas que se termine la matanza y todos los males que provoca Monsanto, porque la vida no se negocia, la vida y la salud no son moneda de cambio”. 

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