ENFOQUE

Ante el eterno dilema del gobernante no peronista

Como si le durara el enojo, no mencionó ni una sola vez al Congreso, pero en cambio habló de los trabajadores, los empresarios y los gobernadores. El presidente Macri bosquejó de esa manera un mapa donde considera que se asienta la gobernabilidad, justo cuando el parlamento viene de desafiarlo por primera vez al sancionar una ley antidespidos que no propuso su administración.
La reacción presidencial llegó por medio del veto, que fue concebido en la mesa chica del gobierno como un gesto de autoridad frente a la jugada opositora, impulsada mayoritariamente por bloques que abrevan en distintas facciones del peronismo. Al anunciar la drástica medida, Macri hizo una declaración de principios contraria a la “demagogia” política de los gobernantes.
“Me dijeron que fuera demagógico, pero no vine acá para hacer lo que me conviene, sino lo que le sirve al país”, sostuvo el mandatario y enseguida apeló al ejemplo –que utiliza con frecuencia- de su experiencia como presidente de Boca Juniors: “Cuando agarré, me recomendaron que lo contratara a Maradona como técnico, pero entendí que eso no era lo mejor para el club”, recordó.
Macri continuó: “Decidí eso a los 35 años y ganamos 17 títulos. Hoy tengo 57 y estoy mucho más firme en mis convicciones”. Así, el Presidente emprendió la batalla por convencer a la opinión pública que la ley antidespidos fue un capricho de la oposición, como le sugirieron el asesor Durán Barba y el jefe de Gabinete, Marcos Peña, los estrategas de la comunicación gubernamental.
Para adentrarse en esa línea, Macri no trepidó en citar a Juan Domingo Perón. “Como decía el general, la estrella polar es la productividad”, dijo el mandatario mientras en la puerta de la planta de Cresta Roja comenzaban a escucharse los bombos de un reducido grupo de manifestantes kirchneristas, que llegaron para completar el paisaje deseado por los funcionarios macristas.
Lejos de ser una contradicción, la presencia de los militantes K ofreció al Presidente una referencia para aludir a la “porción minoritaria” que quiere que le vaya mal, liderada por Cristina Kirchner, a quien Macri presenta como su principal adversaria sabiendo que, de esa manera, le resta protagonismo a otros jugadores de la política criolla, potencialmente más peligrosos que la dama.
Por caso, los sindicatos agrupados en las tres CGT, que ante el anuncio del veto presidencial empezaron a coordinar un encuentro para la semana próxima, en el que podría definirse un “plan de lucha” progresivo, sin dejarse correr por izquierda tal como pretenden las dos CTA y los gremios de base, que ya comenzaron a impulsar la convocatoria a un paro general contra Macri.
Algunos de esos sindicalistas se reunirán este sábado en Mar del Plata, donde se realizan las “Jornadas de la Semana Social” organizadas por los obispos católicos. Dentro del mundo gremial, será clave el posicionamiento de Hugo Moyano, quien apoyó a Macri en el último proceso electoral pero que ahora se enfrenta al mandatario en distintos ámbitos, incluida la AFA.
Otros protagonistas de la política nacional, como Sergio Massa, también son críticos del veto presidencial, lo mismo que la nueva conducción del PJ, encabezada por el sanjuanino Gioja y Daniel Scioli. En definitiva, Macri se enfrenta al eterno dilema del gobernante no peronista: ¿Hasta qué punto puede tensar las riendas sin tener el apoyo natural del Justicialismo?
Es una pregunta que ya se la hicieron, por cierto, Raúl Alfonsín y De la Rúa. Aunque a diferencia de sus antecesores radicales, Macri parece más pragmático. Por ejemplo, acaba de exceptuar a las  obras sociales sindicales de la Ley de Acceso a la Información. Y pidió a sus diputados que no avancen con el desafuero de Julio de Vido. Son cartas que, tal vez, deba jugar en el futuro.

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