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ENFOQUES

Sensibilizar sobre la violencia de género

En honor a tres valientes mujeres dominicanas cada 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer. Para despertar conciencia en la gente acerca de las violencias y muertes de personas que habitan un cuerpo de mujer se estableció este día en el año 1981.
Las violencias contra las mujeres engloban una frondoso conjunto tanto de omisiones como de acciones episódicas o permanentes: falta de provisión de alimentos, de cuidados y atención médica, problemas sanitarios, mutilaciones, abortos deliberados de fetos de niñas, infanticidio de niñas en países que se prefieren a los varones, discriminación, explotación, violencia social, amenazas, hostigamiento, coerción, privación arbitraria de la libertad, desapariciones, opresión de géneros, tráfico de mujeres, etc. El Femicidio se ubica en el extremo de la muerte de una mujer, es el último eslabón de una cadena de maltrato que empieza mucho antes, desde cuando se las ningunea.
Estaríamos hablando de la imposición (por coacción o no) de un poder que le impide a la mujer cumplir con su propio deseo y voluntad, constriñendo su vida más allá que la dominada lo considere como ‘natural’ o no y sostenga una actitud de reverencia incondicional hacia el hombre.
Por sus múltiples secuelas las violencias feminicidas traen efectos y costos sociales directos e indirectos.
Son archiconocidos los históricos pesares que han padecido las mujeres en todas las épocas. Pero al compás de los tiempos de este mundo convulsionado estamos impresionados por cómo las violencias domésticas y las violencias feminicidas han ido en aumento en forma alarmante. Se ha elevado el porcentual de violencias vinculares endofamiliares, entre conocidos. Esta probanza faculta presagiar que sus efectos resentirán el por-venir de las nuevas generaciones.
Esta realidad es socio-sintomática.
Para darle alcance nos podríamos permitir referirnos a ‘Tras-tornos del Espectro Feminicida’ como un abanico de tras-tornos que engloban déficit en el intercambio y la circulación de la correspondencia vincular con la mujer que afectan de manera distinta a cada hombre y pueden ser desde leves a graves (Femicidio).
El machismo se venía repitiendo como un credo sin cuestionamientos. Y de esta manera recibimos el machismo como herencia procedente de los antepasados. La cultura androcéntrica ha situado la figura del hombre por encima de la de la mujer gestando relaciones desiguales de poder. Esto hace del hombre el dueño de la mujer y de los niños. Amparados en un barniz legitimador de una libertad sin límites de los hombres, los vulnerabilizan cada vez más.
Siendo conscientes de que es un fenómeno estructural y que se da en todas las sociedades, entre todos hay que encontrar la forma de revertirlo. El cambio más grande tiene que ser cultural. La gesta del #NiUnaMenos es solo un comienzo.
Los feminicidas y femicidas muestran la ‘locura’ de dominio y poder sobre el semejante: el uso letal del poder. El sadismo y las conductas apropiativas dementes, sin ‘filtros’, nos dejan estupefactos. Hoy se observa que el esfuerzo de dominio del hombre sobre la mujer se propulsa con un movimiento devenido crueldad.
En su mayoría serían personas que no pueden existir ‘sin’ el otro. Pero tampoco ‘con’ el otro, de allí la agresión. Han sustituido el placer de amar por el de someter. Prima las ansias de poder ilimitado para usar y abusar particularmente de las mujeres.
Ha habido avances en el posicionamiento de la mujer en la cultura. La intención de mantener la ‘virilidad’ ha hecho que el ejercicio de la autoridad se viabilice en términos de violencias y sojuzgamiento. En forma prepotente numerosos hombres pretenden seguir imponiendo que le corresponde el ‘derecho’ sobre ellas. La barbarie hace caso omiso a los civilizatorio.
Sobrevuela que se espera que la ley sancione para sostener la regulación del daño producible a la mujer, la agresión demoledora y el salvajismo.  Las relaciones vinculares son llevadas cada vez más a los estrados judiciales en búsqueda de respuestas a una conflictividad cada vez más creciente. El escenario actual muestra que el dictado de las normas regulatorias resultan insuficientes. La aplicación de las leyes y su acatamiento ponen en evidencia severos déficits.
Enraizada con una modalidad violenta de resolución de conflictos, los casos de violencias familiares (física, sexual, psicológica, económica) llevan la delantera, colapsando el sistema de ‘custodia’. En el año 2015 la impunidad sigue siendo un problema. La instancia judicial no siempre es justa ni oportuna. No se pueden dejar estas vicisitudes multidimensionales únicamente en manos de la Justicia. Para asir al ser humano en sus manifestaciones conductuales antijurídicas se necesita de zona de confluencias disciplinarias que salgan a explorarlas más allá de los escritorios de los operadores forenses.
Se viene trabajando en relación a las víctimas pero se visualiza una especie de rechazo, resistencia en poner el foco en los victimarios. Así es que personal y profesionalmente considero de enorme actualidad abocarnos a las Violencias Feminicidas, enfocándolo desde el autor. Es de lamentar que en su mayoría sean mujeres las ciudadanas y las profesionales que abocan su energía a explorar estas contingencias humanas, ya sea desde la víctima como el victimario. Sería deseable que más varones se involucren fácticamente.
El patriarcado es una creación de la humanidad y como tal puede abolirse con la gestión de los seres humanos.
El patriarcado no es cosa solo de los hombres, las féminas también quizás sin darse cuenta lo nutren directa o indirectamente. El anacronismo cultural que lo sigue enalteciendo es el caldo de cultivo para que la identidad y el rol de la mujer se construyan en derredor del hombre.
Si el malestar de la mujer se ha hecho cultura es evidente que tenemos que revisar, cuestionar y deconstruir de manera profunda nuestras concepciones e ideas arraigadas que circulan en el contexto social. Porque no es periférico, hay que tomar la iniciativa de explorar la construcción de masculinidad y femineidad hoy y sus entrelazamientos (en todas las ecuaciones de la diversidad sexual y de género), sus des-contentos, mal-estares y tras-tornos. Se trataría de despolarizar polo femenino-polo masculino como intentos de doblegamientos en aras de una dinámica más saludable entre seres humanos.
La igualdad de género como cuestión de Derechos Humanos se transmite desde las cuestiones más mundanas y cotidianas. A partir de la crianza de hijos varones y mujeres, la educación, etc. debemos fomentar la paridad para poder internalizar el desarraigo de valores sexistas discriminatorios. Para ello, antes, los adultos (tanto varones como mujeres) tenemos que reconsiderar nuestras actitudes que refuerza modelos patriarcales que transmitimos permanentemente.
Por tratarse de un campo inagotable es mucho lo que hay por hacer. Insisto, son actos socio-psico-sintomáticos que atentan contra los Derechos Humanos. Es perentorio articular Salud Mental comunitaria-Seguridad. Psicosocialmente diría que irremediablemente es una cuestión de Salud Pública comunitaria. Debemos asumir como responsabilidad social compartida implicarnos todos en un padecimiento que no puede esperar. Para el malestar de la época hay que funcionar en red refundando un humanismo que incluya a todos. Instaurar otro pensamiento para que el respeto por el otro (no yo) sea un valor, propagando el aprecio por su vida. Creo que así podrá haber futuro para todos en una sociedad más igualitaria sustentada en los Derechos Humanos con miras al porvenir de las generaciones en ciernes.

(*) Licenciada en Psicología y psicoanalista. Miembro del Comité Internacional de Mujeres y Psicoanálisis.

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