El soldado israelí Menahem muestra las heridas que sufrió en combate.
El soldado israelí Menahem muestra las heridas que sufrió en combate.
EL CONFLICTO EN MEDIO ORIENTE

El reto de vivir de nuevo: soldados heridos en la guerra

Cientos de integrantes del ejército israelí sufren las secuelas de los combates contra Hamás. En algunos casos las lesiones son muy graves. La dura tarea de salir adelante.

“Aprender a respirar de nuevo, aprender a hablar, a recuperar la voz” es el reto de Hadal, un soldado israelí herido en la guerra de Gaza. 

“Necesito hacer todo desde el principio”, comenta este joven, de 25 años, en el Hospital Universitario Hadassah de Jerusalén, a través de una soldado que le traduce del hebreo. Hadal, que prefiere no dar más detalles de su identidad ante la prensa, es uno de los cerca de 1.600 heridos que contabiliza el Ejército israelí desde que el 7 de octubre estalló la guerra contra el grupo islamista Hamás en la Franja palestina. 

El joven pide además que no salga su rostro con las marcas de las quemaduras que sufrió junto a otros soldados en el mismo tanque durante un ataque. El mes que lleva en rehabilitación en este hospital le ha enseñado “a valorar todo en la vida, todo lo que la vida te ofrece”. 

Su vida cambió desde que aquel día decidió volver desde Canadá cuando vio el ataque de Hamás a Israel que desencadenó la guerra. La unidad de artillería en la que combatía fue atacada y el tanque se incendió. Fue evacuado y llegó al hospital en estado crítico. 

Al recordarlo, tiene que hacer una pausa para, después de reponerse,  seguir contando que durante tres días tuvo respiración asistida, inconsciente. Ahora su piel, en cara y brazos, sigue en tratamiento, con implantes desde hace unas semanas. 

Contento, al menos, de saber que sus compañeros del tanque también se van recuperando, que nadie murió. Al menos 425 militares israelíes han muerto desde el 7 de octubre, según el Ejército. Su compañero Menahem vio morir a algunos de ellos. 

La dimensión del horror 

Cuando lo movilizaron aquel día nadie sabía lo que se iban a encontrar, la dimensión del ataque de Hamás, que dejaría unos 1.200 muertos y más de 240 secuestrados que fueron llevados a Gaza por los islamistas.  En el camino, al ver muchos cuerpos de civiles, “entendimos que era algo más grande de lo que hubiéramos pensado”, manifiesta ante un grupo de periodistas en el hospital. 

Menahem, de 22 años, accede a mostrar sus heridas ante las cámaras, en el pecho y en un brazo. Al llegar, tuvieron un primer enfrentamiento con los “terroristas” y lograron “neutralizarlos”, y al seguir su camino, entre “una gran cantidad de cuerpos” sin vida y de vehículos con disparos, vieron cómo intentaban llevarse a una joven. Pero lograron evitar que los islamistas la subieran a un camión y, tras rescatarla, le taparon los ojos para que no viera lo que ellos habían tenido que ver en el camino. 

Ella había presenciado el ataque a una fiesta al aire libre, en el que murieron muchos jóvenes y otros fueron secuestrados, y les contó que la iban a capturar también mientras intentaba huir corriendo, hasta que ellos lo evitaron.  El siguiente enfrentamiento fue en un kibutz, “donde nos estaban esperando” y donde vio caer heridos o muertos a varios soldados, hasta que una bala le entró por el estómago y le dañó un pulmón. 

Tardaron en poder evacuarlo, hasta que los atacantes fueron “neutralizados”, recuerda, y tras hora y media resistiendo herido llegó una ambulancia. Al hospital llegó en estado crítico: había perdido mucha sangre, tenía órganos dañados y tuvieron que trasplantarle venas y nervios de una pierna en un brazo. Pero salvó la vida y, ahora, incluso sonríe cuando muestra una foto de cuando llegó al quirófano. Las heridas van curando, pero tiene que superar el trauma para no volver a llorar en la noche.

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